SOBRE MARTA

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Mi nombre es Marta y ¡me encanta que hayas llegado hasta aquí! Soy una apasionada y curiosa sobre el funcionamiento del cuerpo humano y de las múltiples formas de conexión cuerpo, mente y alma. Me considero una eterna aprendiz del movimiento.

Gracias a mis maestros, a los viajes y a las más diversas experiencias vitales, se me ha brindado la posibilidad de encontrar mi propio camino para sentir y compartir el movimiento desde una perspectiva corporal, sensorial, intuitiva y espiritual. A través de la percepción y de un minucioso y rotundo trabajo corporal, somos capaces de acceder a planos más profundos del cuerpo físico y sutil. Habitando cada rincón de nuestro ser, podremos poner luz a todo lo que nos propongamos.

Las sesiones que comparto están basadas en las experiencias de vida que mi cuerpo y mi ser interno han vivenciado, donde el respeto y la honestidad constituyen pilares fundamentales. A partir de aquí, podemos comenzar un viaje hacia el interior donde despertar la escucha interna, traspasar las barreras mentales que nos bloquean, y acceder a todo el potencial que reside en cada uno de nosotros. Simplemente, comparto todo aquello que me ha ayudado a traspasar mis propias barreras y a transformar mi vida. Con amor y determinación todo se consigue.

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Me recuerdo bailando desde que tengo uso de razón. Inmersa en mundo interno que me hablaba y me decía que había algo más. En ese entonces no era consciente de ello, pero el movimiento y la naturaleza, simplemente, me conectaban conmigo misma; no hacía falta nada más. Y es que el amor por las artes, la ciencia y la familia siempre estuvieron presentes en casa.

Las clases de danza clásica siempre presentes me enseñaron la importancia del compromiso y de la disciplina: tras años de entrenamiento y esfuerzo me licencié en Danza Clásica por la Royal Academy of Dance (RAD). El aprender a compaginar ‘eso’ que te nace del alma con la rutina diaria y los estudios, me salvaron de perderme a mí misma en muchas ocasiones. Siendo todavía muy niña, descubrí el mundo de los caballos y la equitación, otra de mis grandes pasiones, a lo que me dediqué en cuerpo y alma durante unos diez años, justo antes de entrar en la universidad.

Soy bióloga molecular, y fui una chica de bata blanca y gafas dedicada a la investigación. Fueron unos años de muchos aprendizajes, muchos retos y muchas decisiones. A día de hoy puedo decir que a través de esa etapa, experimenté un gran crecimiento a nivel personal, pero también hubo momentos de abandono y de desidia.

Y entonces el 𝚈𝚘𝚐𝚊 apareció en mi vida. Sin tiempo, sin casi vida propia, ni motivación alguna, inmersa en una espiral de cansancio y con dolencias en el cuerpo que comenzaban a cronificarse, puedo decir que el Yoga me salvó y me mostró una ventana a la que asomarme y respirar aire puro. A mirar con ojos nuevos e inocentes, a volver a cuidarme y a querer quererme un poquito más.

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Comencé la andadura del Yoga de la mano de Ezzealdin Alhilou (quien se ha convertido en un buen amigo a día de hoy) con la práctica firme y técnica de Yoga Iyengar. Volví entonces a retomar esa disciplina y tenacidad que aporta esta práctica y que tanta falta me hacía: recomponiendo y nutriendo mi naturaleza intrínseca, creando nuevas conexiones internas -tanto corporales como mentales- y estableciendo una comunicación segura con mis entrañas a través de la alineación corporal y energética. A partir de aquí, simplemente escuché lo que mi alma pedía, y de forma orgánica e intuitiva proseguí mi andadura por esta senda que se abría paso. La escuela de Yoga Witryh fue mi siguiente hogar durante un año de exploración y cuatro de formación. Fueron años transformadores y enriquecedores, a los que volvería sin pensarlo dos veces. Gracias Naya, gracias Soma, y gracias Cristina, por mostrarme que otra forma siempre es posible, y que el Amor incondicional, lo puede todo.

En el año 2017 conocí a Simon Park, quien se convertiría en mi gran mentor y maestro hasta la actualidad. Sus enseñanzas, su humildad y su creatividad son absolutamente inspiradoras. A través de su práctica -Liquid Flow Yoga- logré aprender a conectar con planos del cuerpo físico que están estrechamente relacionados con la vulnerabilidad y con la delicadeza que me conforman a nivel interno y profundo. Emoción, energía, sutileza, poder y espiritualidad son atributos innatos que nos pertenecen; en nuestras manos (o en nuestra práctica) reside la capacidad para hacerlos emerger.

Mi origen y corazón es de las Islas Canarias. Aunque nací en la isla de Gran Canaria, crecí y estudié la mayor parte de mi vida en Tenerife. Algunos años más tarde y con algunos viajes de más, la vida me llevó de vuelta al origen, a la isla que me vio nacer y donde se gestarían grandes cambios. Esa isla es Gran Canaria, mi hogar y lugar de residencia en la actualidad.

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Citando a Heráclito, quien sostenía que el cambio es vida y que nada es estable :

“Lo único que no cambia es el cambio”

Con esta ley de la impermanencia, a la que me veo sometida y entregada, se fragua mi vida en la isla. Donde todo evoluciona, cambia y muta. La persona que soy, así como mi práctica, evolucionan a cada paso y se enriquecen de cada pericia, aventura y aprendizaje que experimentan mi piel y mi ser.

Mi propósito no es más que el de compartir y estar al servicio de todo ser vibrante y sonante que sienta el llamado a dejarse atravesar por la luz y la sabiduría que he encontrado transitando las sombras y lo desconocido. Mi misión es compartir desde el amor y transformar nuestra biología íntima para que, quizás otros, puedan encontrar su forma y su lugar en este cuerpo que se nos ha entregado, en esta Tierra que nos sostiene, en esta nueva Era. Para crear nuestra realidad desde una manifestación auténtica de la energía a la materia.

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